Hugo Ball, uno de los primeros dadaístas, refiriéndose a su cohorte de los inicios del Cabaret Voltaire comentó que el mundo entero había empezado a hacer de médium. En efecto, los padres fundadores canalizaban algo, como un médium en una sesión de espiritismo, y transmitían una vitalidad que venía del más allá; la iniciativa personal era escasa. Y al final eso fue lo que acabó espantando a Ball, que no tardó en hartarse de lo que, fuera lo que fuese, dadá había desencadenado; y escapó, en su opinión, justo a tiempo.