Pero al intentar ridiculizar científicamente a los vampiros, e incluso al situarlos como el último opio del pueblo, también contribuyó a su fortalecimiento popular, robusteciendo el mito, de la misma forma que hoy normalizamos comportamientos sociales descerebrados al retuitearlos, aunque sea para sancionarlos —y así, por ejemplo, la ultraderecha campa de nuevo a sus anchas