Supongamos que nos remontamos a una época anterior, en la que el patrimonio social del saber era mucho menor de lo que es hoy. Para poder orientarse, los hombres necesitan un cuadro: global, una especie de mapa que les señale cómo se relacionan entre sí los diferentes fenómenos singulares que perciben. Actualmente forma parte de nuestro patrimonio de experiencias el convencimiento de que las teorías que señalan cómo se relacionan entre sí los hechos singulares son de la máxima utilidad para la orientación de las personas y para dar a estas la posibilidad de controlar el curso de los acontecimientos si se desarrollan en una permanente interrelación con las observaciones concretas. Pero los hombres de épocas anteriores no poseían todavía la experiencia necesaria para saber que es posible aumentar el conocimiento acerca de las conexiones entre hechos a través de observaciones sistemáticas. Consiguientemente, elaboraban modelos de las interrelaciones entre acontecimientos, indispensables para la orientación de las personas en su mundo, es decir, elaboraban lo que hoy llamamos teorías,