entonces los vi, a los dos protagonistas de mis futuros sueños. Los vi darse la mano y saltar. Presencié los últimos segundos de su amistad. Nunca se soltaron. ¿Quién tranquilizó a quién? ¿Cuál de los dos pudo hacerlo? ¿Fue con palabras o con una sonrisa? Un breve instante de aire puro en el que fueron libres, en el que pudieron recordar cómo era todo antes; un breve instante de sol, de amigos que se dan la mano. Y no se soltaron nunca. Los amigos nunca se sueltan.