Las técnicas de transformación de la carne cruda en alimento tuvieron que ser muy rudimentarias en un principio: su aplicación directa a un fuego suave con el fin de hacerla digerible y evitar que se carbonizara y más tarde la cocción, que impedía la deshidratación de la carne y por tanto, la pérdida de alimento, y permitía, además, la mezcla de condimentos y otros productos de origen vegetal, con lo que surge en ciernes el cocido, que aún hoy disfrutamos.