Neila García

La regla no es solo mucosa y sangre. Es fastidiosa, asquerosa y bochornosa. Se espera de quienes menstrúan que la vivan en silencio.

Nuestros cuerpos se celebran cuando son portadores de vida, pero la regla —que es un prerrequisito del embarazo— ha de esconderse. Los cuerpos que menstrúan pasan rápidamente de milagrosos a impuros. Manchar es señal de vergüenza.

Pasar a ser mujer a ojos de los demás, con todo lo que eso conlleva; una representación de un ser capaz de albergar otra vida humana, un ser sexualizado y también pervertido

Para muchas personas los sentimientos negativos se van atenuando también con los años, para otras llegan a apagarse por completo. La regla puede ser una liberación y una muestra de salud.

En varias de las lenguas del país, la expresión «No estoy limpia» se utiliza para decir que se está menstruando.

Ser mujer es que de tu interior salga una sangre que huele mal, como a rancio, una vez al mes durante cuarenta años. Eso no quiere decir, sin embargo, que quien sangra sea asqueroso.»

El ciclo menstrual volvía impredecible a la mujer, una víctima del desequilibrio y el caos.

En la página web del templo leo que está abierto a quienes no profesen el hinduismo y que los peregrinos, «cualquiera que sea su casta, religión o riqueza», son iguales ante Ayyappan. Las mujeres entre la pubertad y la menopausia, por el contrario, no son bien recibidas.

En el caso del templo de Sabarimala, una de las explicaciones que se ofrecen es que el dios Ayyappan vivía en celibato. Las mujeres fértiles constituyen una tentación.

No hay razón alguna para creer que debiera ser más problemático, desde una perspectiva sanitaria, que utilizar compresas desechables, tampones o copas menstruales. El factor decisivo es cómo se tratan: cómo se lavan, se secan y se guardan.