José Soto Chica

  • Josmary Pirelaje citiralaprije 2 godine
    Llovía. Agua fría en un atardecer de acero. Agua mezclada con sangre. El caos y la tormenta. La desesperación y la destrucción de un ejército.
  • Josmary Pirelaje citiralaprije 2 godine
    Gritos. Muerte. Sangre. Lluvia. Se abren paso a fuerza de lanza y espada.
  • Josmary Pirelaje citiralaprije 2 godine
    «Somos hijos de un Dios furioso. Un Dios que habita en una espada», recuerda las palabras de su padre.
  • Josmary Pirelaje citiralaprije 2 godine
    —Lo hemos cambiado todo, Valtario —dice al fin el rey.

    —¿Cambiado?

    —Sí, ahora son ellos los que tienen miedo. El tiempo de los romanos ha terminado. Ahora es nuestro tiempo. Ahora decido yo: decido si asaltar esas murallas o seguir hasta Malaca; decido si deben morir o vivir; decido si hago cautivos o no. Ellos pasan miedo; nosotros cobramos vidas y botín.
  • Carlos Vasquezje citiraoprije 2 godine
    Los atacotes, los Athach Tuatha en gaélico, «los sometidos», un oscuro pueblo vasallo de las tribus gaélicas irlandesas que en la segunda mitad del siglo III se había alzado contra sus dominadores y huido al sur de Caledonia (sur de Escocia) y que mantenía costumbres tan salvajes como la antropofagia ritual y la posesión en común de las mujeres, se había aliado con los pictos, tan fieros como ellos y famosos por cubrir sus rostros y cuerpos con intrincados tatuajes azules, así como con los gaélicos escotos de Hibernia. La confederación norteña desbordó el Muro de Adriano y, en connivencia o no, con los piratas francos y sajones del norte de Germania, puso en jaque al ejército romano desplegado en Britania.
  • Carlos Vasquezje citiraoprije 2 godine
    Así que mientras que en el Occidente dividido entre Máximo y Valentiniano II ninguno de ellos lograba ligar a sus intereses el apoyo ni de las élites, ni del pueblo, ni del partido religioso hegemónico, Teodosio sí lo conseguía y con ello se fortalecía enormemente frente a sus «colegas y rivales».
  • Carlos Vasquezje citiraoprije 2 godine
    Todo lo anterior nos muestra que la restauración del poderío romano lograda por Flavio Constancio hacia el 418 fue una empresa titánica, pero también evidencia que se hizo a costa de la seguridad de las fronteras, de donde se retiraron más y más tropas para cubrir las filas de los ejércitos de campaña y, con ello, claro está, se entró en una espiral endemoniada: las fronteras estaban abiertas a los invasores, los invasores devastaban las provincias, el gobierno central tenía entonces que reducir los impuestos de las provincias –debido a la penuria que provocaban las devastaciones de los bárbaros–, esto se traducía en menos oro y menos oro significaba menos soldados y así hasta el colapso final.
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