Mis hermanas gemelas no eran precisamente humanas. Habían venido al mundo como un par de cabritillas antes de que un elfo borracho las encantara por diversión. Era un proceso lento, pero me dije a mí misma que al menos la cosa marchaba. El año anterior por la misma época aún no estaban domesticadas. Si había que sacar algo positivo de su encantamiento, era el hecho de que este las había vuelto casi indestructibles: