Soy toda oídos

Su vínculo con Sunmu, que va más allá del idioma, le produce una extraña sensación de alivio. Es una emoción que no podría experimentar en un mundo lleno de ruido y de palabras.

—Muy bien. Vamos a pensarlo —dice la mujer mientras endereza el paraguas de la niña que se vuelve a inclinar cada vez que levanta la vista.

Por consiguiente, en este sitio se encuentra frente a frente consigo misma. Nunca ha podido librarse de su propio ser, ni un segundo. Ni un poco.

Quizás está aprendiendo que si la vida consiste en erigir pilares apilando bloques, con quitar uno solo todo se viene abajo. Y al pensar de este modo, le sorprende que se puedan obtener aprendizajes en cualquier parte

Estaba convencida de que podía distinguir muy claramente entre lo que podía y debía hacer, y lo que no. Consideraba que identificaba con certeza a qué debía prestarle atención y a qué no. Ya no está segura de eso. De alguna forma, ha aceptado que la dueña de su existencia no es ella sino la vida misma

No sería exagerado decir que, después del incidente, murió cada noche cien veces, mil veces mirando la computadora y el teléfono.

Ahora, su yo muerta y su yo viva se encuentran cada noche. El encuentro entre ambas se da en la delgada línea entre el sueño y la vigilia.

Recordar a Taeju la deja extraviada. Su relación fue siempre un laberinto sin desembocadura. Una vez que entras, ni siquiera puedes volver sobre tus pasos. Y ahora no logra siquiera conjeturar qué clase de persona era ella misma para Taeju.

Su vida se ha convertido en cualquier vida. No le extrañaría que, en realidad, se tratara de la historia de otro, pues ella ha dejado de dirigir su curso

Con estas palabras y frases ordinarias no puede expresar los sentimientos que la embisten una y otra vez, lo que la parte y lo que la quema, lo que la abrasa y lo que reaviva las brasas. Se quedan cortas

Es notable que quienes olvidan puedan continuar con su vida como si nada, mientras que quienes no lo hacen viven en constante agonía.