Basada en hechos reales

Si no captas la pequeña vena de la locura de alguien, no puedes amarlo. Si no captas su punto de demencia, has perdido la ocasión. El punto de demencia de alguien es la fuente de su encanto.

Ningún ser podía sobrevivir en nuestra sociedad sin desarrollar cierto número de rituales de los que no siempre tenía conciencia.

Ahora sé que no es sólo un asunto de disponibilidad, sino más bien de clase, qué clase de mujer elige una ser, siempre que haya elección posible.

Porque sólo ella sabía que yo no era capaz de escribir una sola línea ni de sostener siquiera una pluma. No sólo lo sabía sino que me encubría. Me sustituía para no despertar sospechas. Contestaba en mi lugar a las cartas administrativas y profesionales que yo seguía recibiendo.

¿Acaso no era, por encima de todo, lo que vinculaba a una generación: una memoria común compuesta de éxitos, jingles, fichas técnicas?

Un deseo que, en la edad adulta, nos consta que es egocéntrico, excesivo y peligroso

tal vez era lo que yo necesitaba: que alguien se interesase por mí de manera exclusiva. ¿No abrigamos todos ese deseo descabellado?

Cuántas veces me pregunté qué fisura me había vuelto tan vulnerable. Tan permeable

escritura es un territorio atrincherado, vedado a los visitantes.

Y de pronto, por contraste, comprendí lo que me perturbaba en el piso de L.

En su casa, nada estaba gastado, amarillento, estropeado. Ningún objeto, ningún mueble, ninguna tela dejaba traslucir una vida anterior. Todo estaba nuevo