Un temperamento animal domina la poesía de Julio Trujillo.Algo de urgente y desbordado convive con una forma satisfecha de la mansedumbre, con la elementalidad de una mirada siempre dispuesta al goce. Sus movimientos pueden ser los de un rapal al acecho, en pos de la menudencia de un asombro -y entonces son cadenciosos y envolventes— o bien, en el momento justo, pueden sorprendernos con su dinamismo y arrojo, y llegar a la brutalidad. ¡Si hasta su destino es la propia de una bestia tendida al sol, desperezándose! Y no es sólo que sus poemas se hayan dejado invadir por el zoológico (por de Ted Hughes y por el perro en medio de la nieve que título al libro), sino que ese mirar a los animales muy pronto se transforma, como en el célebre poema de Rilke, y como en más de un cuento de Cortázar, en el estremecimiento de mirarse a sí mismos a través de los ojos de los animales.