–Eso es lo que yo esperaba ––dijo Athos––
de dos corazones como los vuestros; sí, lo he
dicho y lo repito; nuestro destino está irrevo-
cablemente enlazado, aunque marchemos
por distintas sendas. Respeto vuestra opi-
nión, Artagnan; respeto vuestra convicción,
Porthos; mas continuaremos siendo amigos,
aunque peleemos por causas opuestas; los
ministros, los grandes y los reyes pasarán
como un torrente; la guerra civil como un
incendio; pero nosotros seremos siempre los
mismos.