Fútbol y fascismo

«El fútbol es el escenario donde se resuelven los —en ocasiones— oscuros manejos del destino, sobre todo en lo que respecta al destino nacional».

Proviniendo de dos largas décadas de dictadura, aquellos futbolistas enviaron un mensaje a la sociedad brasileña. Los jugadores no solo elegían su porvenir profesional, algo de por sí inusual en esa época y en un país como Brasil, sino que aprovecharon su condición de ídolos para expresarse libremente y protestar. La Democracia Corinthiana contribuyó en el camino de la sociedad brasileña hacia la conquista de la libertad.

En 1983, en una entrevista, Sócrates había declarado: «Quiero morir un domingo y con Corinthians campeón». Murió el 4 de diciembre de 2011, un domingo en el que su equipo se proclamó vencedor del campeonato brasileño.

Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos. Al inicio hubo ansiedad entre mis compañeros, no estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo y se prepararon para afrontar su profesión y su vida.

«El país lucha por la democracia. Si lo logra, el fútbol quedará al margen porque en los países democráticos el fútbol aún es conservador. Tenemos que cambiar eso», alentó el sociólogo en una de las primeras conversaciones con los jugadores.

Fue esto lo que ocurrió en México unos años después, en el Estadio Azteca, cuando la multitud, durante la inauguración del Mundial de 1986, acogió al presidente mexicano con una sonora pitada tras su desastrosa gestión del terremoto ocurrido un año antes en el D.F. Fue también lo que ocurrió aquel día en Montevideo, cuando se hizo célebre el canto de la hinchada: «Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar».

Los uruguayos vencieron dos a uno, con goles de Barrios y Victorino, mientras que Sócrates marcó para los brasileños. Pero a pesar de la victoria charrúa, el protagonismo del encuentro no lo tuvieron los goles, sino el pueblo uruguayo que, tras el «no» en el plebiscito, reaccionó ante el triunfo de forma contraria a la esperada por los generales: hicieron de los cantos de victoria cantos de libertad.

El profesor Damian Manero, en un ensayo académico sobre el fútbol en Uruguay, afirma que el deporte del balón es un espacio de construcción de mitos del que surgen las imágenes que un país tiene de sí mismo.

Estos dos goles ayudaron a restablecer la dignidad de un país que palpita a través de la pelota.

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos del gobierno, el evento sirvió para atraer las miradas de la comunidad internacional hacia una represión que había pasado hasta entonces totalmente inadvertida.

Algunos apoyaron a aquellos que denunciaban la brutalidad de la dictadura; es el caso de varios jugadores de la selección sueca, que durante el desarrollo de la competición apoyaron abiertamente a las víctimas y acompañaron en una marcha a las Madres de la Plaza de Mayo, como reflejó el diario francés Le Monde. Para ello se escaparon de la concentración, vigilada por soldados argentinos que les impedían moverse con libertad en sus ratos de ocio. No obstante, el balón siguió rodando sin que prácticamente nadie se inmutara ante las más de treinta mil víctimas de la dictadura.