En lo alto, a través de las tejas ralas y las pesadas telarañas, se divisaba el cielo, y abajo, justo bajo mis pies, bullía el Averno. Y la muerte se explicaba por sí sola. El cielo se llevaba las almas a través de las tejas, mientras que los cuerpos hacían plof en el Tártaro. Esa era la naturaleza del más allá.