—¿Cómo te atreves a rehusarte? —rugió Pan Gu—. Te arrepentirás de haberte negado.
—¿Cuándo? —preguntó con sorna Yu-Di, el Emperador de Jade.
—En este mismo momento —respondió el creador del universo y comenzó a golpear con los pies el pulimentado piso del palacio y las paredes con el puño cerrado. El palacio se fracturó y empezó a desplomarse, y Pan Gu, con la velocidad del rayo, se trasladó a la bodega que había mencionado Yu-Di y bebió todo lo que encontró, quedándose profundamente dormido.
Yunu, que por respeto había permanecido callada durante toda la entrevista, se postró entonces a los pies del emperador y le dijo:
—Padre mío, ya que tú no deseas ayudar a Pan Gu a crear la vida en la Tierra, envíame a mí, te lo suplico.