Las emociones no necesitan explicarse, solo expresarse; por otro lado, el desmembramiento de una cultura requiere de una inteligencia que, aunque conozca la emoción, pueda salir a través de ella, no indemne, sino más aguda: “¿Pero qué epidemia solapada es esta? He aquí que tarde o temprano todas se transfiguran en vírgenes analfabetas: nínfulas, brujas, personajes de convento, de burdel, de manicomio o de cuento de hadas”.