Y ésa fue
la historia. Así se te fue escurriendo el mayúsculo eufemismo.
Y en vez de ir palideciendo como todo el mundo al aguantar
la respiración, ennegreciste paso a paso, por voluntad propia
o ajena, hasta sollozar materia oscura, paradójicamente sucia,
lugar compartido de todo lo inconfeso, que no se alcanza
a apreciar jamás en esta realidad construida de necesidades
elementales. Luego comenzó a nevarte encima, a apagarse
hasta la última chispa. Así te presentas en diversas escenas
de mis sueños, no has parado de llorar. De lloverme.