Aprendes a manejarlo, a esconderlo, a hacerlo útil. Aprendes que tus compañeros no están acostumbrados, pero lo disimulan mejor que tú. Aprendes a dejar que te motive, pero nunca deja de lastimarte. Y, la verdad, sabes mejor que casi nadie, porque es tu trabajo, que el sistema no es perfecto, pero se hace lo que se puede.
Dios mío, se hace lo que se puede.
Y luego hay veces, como esta, en que te das cuenta de que lo que se hace, aunque sea lo que se puede, no es en absoluto suficiente.