Los movimientos socio-ambientalistas de hoy no sólo reclaman la tierra sino un territorio, un espacio a ser restaurado y reconstruido desde las profundas raíces de sus identidades culturales, como el hábitat dónde puedan desplegar sus habitus, sus imaginarios y sus prácticas, para preservar su patrimonio biocultural, para imaginar y reinventar sus mundos de vida sustentables. E