Tocaba cada una de las hojas de los árboles de la acera sin saltarse ni una. Bastaba con fijarse en las zonas en sombra para saber que, si no llegaba la luz, era siempre por un motivo, por algo que obstaculizaba su paso. Nada estaba sombrío sin razón. Lo único que hacía la luz era acatar las leyes físicas de la energía que la generaba, sin ningún sentimiento. No había justicia más perfecta que esa. Kōko tomó aire. N