Lo único que puedo afirmar con bastante seguridad es que voy a seguir corriendo maratones con todo mi empeño, sin desfallecer, hasta que consiga volver a sentir que he corrido satisfactoriamente. Supongo que, mientras mi cuerpo me lo permita, aunque esté viejo y achacoso, y aunque la gente de mi entorno me sugiera cosas como «Señor Murakami, ¿no cree que sería hora de ir dejándolo? Ya tiene usted una edad, ¿eh?», seguiré corriendo.