Soledad Urquia

Nunca te cases con un musulmán ni aceptes hacer belly dancing por plata

El instinto maternal, presentado casi como una obligación al amor, me pareció un mito que quitaba mérito a la decisión voluntaria de esa mujer de quererme para siempre

no sabía dónde iba a desarmar la mochila

el consumismo espiritual es igual que cualquier otro

había aprendido algo en India era a esperar estando presente, sintiendo que era en verdad un tiempo productivo. Sentada en el piso contra

me quedé pensando que si bien hay un tipo de amor que ata, hay otro que te acerca adonde tenés que estar.

¿Adónde se vuelve? Si uno está lejos un tiempo más o menos largo, el lugar del que se fue no es el mismo con el que se va a encontrar. Las caras se hacen más viejas, la gente se muda, se casa, tiene hijos, se enamora, se arrepiente, cambia mil veces de ideas, amigos y novios, incluso algunos se mueren. Por lo tanto, pensar en volver al punto de partida es ridículo: ese punto ya no existe

En este país todo se manifiesta en su máxima expresión y, a veces, tanta intensidad resulta agotadora

punto ya no existe. Además, el que se fue tampoco es el mismo que decide regresar. En definitiva, el que vuelve se enfrenta con un doble duelo: por el mundo del que un día se fue y desapareció, y por la persona que era y que ya no es

Es sólo que cuando uno mira demasiado hacia adentro, el resto del mundo se sitúa en lo que parece una distancia insalvable: la introspección excesiva puede transformarse en una cárcel