alegría que aporta una verdad, que es la alegría humana por excelencia. ¡Pequeñas, verdades, se dirá, las que nos ofrecen las costumbres de una araña o de una langosta! No hay ya verdades pequeñas; no hay más que una, cuyo espejo, a nuestros ojos inciertos, parece roto; pero cada fragmento del cual, tanto si refleja la evolución de un astro como el vuelo de una abeja, contiene la ley suprema.