También la luna es despiadada: estéril,
me arrastraría con crueldad.
Su resplandor me daña. O es que tal vez la he capturado.
La dejo ir. La dejo marcharse
mermada y deslucida, como después de una mastectomía.
Cómo tus pesadillas me poseen y me proveen.
Me habita un grito.
Cada noche levanta el vuelo y aletea
buscando, con sus garfios, algo que amar.
Me horroriza esto oscuro
que duerme en mí;
todo el día siento su girar suave, emplumado, su malignidad.
Las nubes pasan y se esfuman.
¿Serán ellas los rostros del amor, esas pálidas irrecuperables?
¿Por ellas alboroto el corazón?
Soy incapaz de más conocimiento.