Enrique Páez

Enrique Páez nació en Madrid el 17 de marzo de 1955, en una familia numerosa de diez hermanos, donde la imaginación de todos cubrió sus años de infancia. Cuando era niño leía todo cuanto caía en sus manos, libros, tebeos, después siguió con las novelas de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas. Se licenció en Literatura Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y se doctoró en Teoría de la Literatura. Al terminar la universidad trabajó de contable, informático, astrólogo y como editor y profesor de Lengua y Literatura en Madrid y Nueva York. Durante varios años fue el responsable del Centro de Recursos de Educación Compensatoria y Coordinador de Talleres de Ministerio de Educación y Cultura.   En 1991 recibió el Premio Lazarillo de creación literaria por la novela Devuélveme el anillo, pelo cepillo. Desde entonces se dedicó por entero a la literatura y ha publicado seis novelas dentro del ámbito de la literatura infantil y juvenil. Ha sido traducido al alemán, portugués, tailandés, euskera, gallego, catalán, valenciano y Braille. De entre sus escritos tiene un cariño especial a Abdel, donde se cuenta como un niño de la tribu de los Tuaregs abandona su casa junto a su familia, para viajar a España.   Desde 1993 ha dirigido el Taller de Escritura de Madrid.

Citati

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Cualquier lugar, cualquier momento, cualquier papel nos sirve para fijar una idea. El escritor es escritor las veinticuatro horas del día, aunque tenga que vender su fuerza de trabajo a otros y se disfrace de contable, taxista o farmacéutico unas cuantas horas al día. El escritor lo es a tiempo completo, haga lo que haga; igual que el enamorado está enamorado todo el día, incluso cuando no está junto a su amada; aun cuando está picando carbón en el fondo de una mina.
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Cuando escribas un relato de algo que sucedió de verdad, sobre todo si tú eres el o la protagonista, haz algunos cambios pequeños que, en realidad, no tengan demasiada importancia para lo que quieres contar, y así te resultará más fácil manejar a los personajes. Por ejemplo: añádete o quítate veinte centímetros de estatura, haz que suceda en otra ciudad, pon que tienes un hijo de tres años, cambia el color de tu pelo, invéntate un hermano gemelo, imagina que te falta un brazo o que trabajas de taxista. Los cambios te facilitarán el camino. De ese modo, al escribir tu relato estarás más atento a la verosimilitud de lo que cuentas que a la fidelidad histórica. Los personajes vivos, incluyéndote a ti, son más difíciles de manejar.
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PONTE A ESCRIBIR

Algo que te haya ocurrido hace mucho tiempo. Para aumentar la memoria y la imaginación, hay un ejercicio que deberías probar: escribe algunos recuerdos a partir de «Me acuerdo de…». Regresa con el pensamiento a las vacaciones de tu infancia, al patio del colegio, al primer viaje largo que hiciste con tus padres, al primer beso de la adolescencia. Acuérdate de los detalles, del olor, de los nombres, de los sabores, de los sonidos, de cómo te sentías allí. Añade un elemento del que no te acuerdas pero que tal vez ocurriera, añade un personaje que no estuvo, modifica la historia como si hubiera sucedido de una manera distinta. Recupera y falsifica la memoria en un solo ejercicio.
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