Lo que falta en el liberalismo es lo que, siguiendo a Marx, se puede llamar la «base» de la libertad. Sin embargo, esta conciencia de la necesidad de semejante «base» no debe llevarnos a confiar en la tradicional sustancia ética de la «decencia común» entre la gente ordinaria: enfrentado a los actuales desafíos ecológicos, biogenéticos y demás, este dominio de valores morales «orgánicos» tradicionales literalmente ha perdido su sustancia; ya no se puede confiar en él para que proporcione una cierta clase de «guía ética» que nos permita encontrar la salida a los actuales interrogantes. Entonces, ¿cómo funciona el espacio político público en semejante universo des-sustancializado?