el joven hacendado al regresar en afanes de hombre y propietario a Pateo, andaba entre los veintidós y los veintitrés años de edad.
Cuando a tal edad, siendo rico y sin compromisos, se renuncia a las comodidades, a los amigos y a los placeres de la ciudad para hundirse en un rincón de la tierra y compartir el pan y el trabajo con los toscos peones, es que se posee un corazón nada vulgar.