En 1972 publiqué mi primer libro importante, Super Imperialism: The economic strategy of American Empire [Superimperialismo: la estrategia económica del imperio americano], donde explicaba cómo al desconectar el dólar estadounidense del patrón oro en 1971, la deuda del Tesoro norteamericano pasó a ser la única base para las reservas globales. El déficit de la balanza de pagos proveniente del gasto militar extranjero infló los dólares en el exterior. Estos dólares terminaron en manos de bancos centrales, los cuales los reciclaron de vuelta en Estados Unidos mediante la compra de bonos del Tesoro, que a su vez financiaron el déficit presupuestario interno. Esto le da a la economía de Estados Unidos un derecho exclusivo a «viajar gratis» en términos financieros: es como si se le permitiera autofinanciar sus déficits ad infinitum. Y, ciertamente, el déficit de la balanza de pagos terminó financiando el déficit presupuestario interno de Estados Unidos durante muchos años. El sistema financiero internacional que sucedió al patrón oro obligó a los países extranjeros a financiar el gasto militar estadounidense, tanto si lo apoyaban como si no.
Nota