Kopano Matlwa

Incluso entre los pobres hay pobres y entre los de clase baja hay clase baja.

Quiero escribir. Quiero hablar. Quiero decir a la gente lo que le da miedo oír. Las cosas a las que no quieren enfrentarse. Les hablaré desde las páginas de un libro, en la intimidad de su mente, donde se sientan un poco menos vulnerables, y mucho después de que lo acaben de leer mis lectores y yo estaremos conversando, y ellos sabrán.

Despertar siempre es un momento emocionante para mí porque ofrece una nueva oportunidad de tener una vida de infinitas posibilidades. Dormir es un lujo innecesario y generalmente hago lo que puedo para evitarlo. Mientras duermes, pierdes todo el control y eres vulnerable a los monstruos de la noche. Mientras duermes desperdicias horas preciosas que podrías haber utilizado para planear grandes cosas y hacer avances resueltos hacia tus sueños, como mi Proyecto Infinito.

Como única nieta, temo el día en que me toque encargarme de esos actos sagrados. Organizar, concertar, coordinar, resolver, controlar, concretar… ¡Hablar! ¿Qué se supone que debe decir una? Tal vez me perdí alguna clase, unas lecciones a las que debería haber asistido y que por alguna razón recóndita me salté. No sé qué debe llevar la mujer de luto, hacia dónde debe mirar el colchón amarillo o durante cuánto tiempo tiene que vestir de negro, rezar, arrodillarse o llorar. No sé a quién hay que llamar y a quién enviar.

Desde muy pequeña supe que el sepedi no me llevaría lejos. ¡De ninguna numeral Miré alrededor y me fijé en que entre los que eran abogados, médicos y contables, las estrellas de cine que llevaban bonitos trajes, los cantantes que conducían automóviles lujosos y todos mis amigos que vestían a la última moda, no había ni uno solo que hablara el idioma que rebotaba frenético de Koko a Tshepo, de Tshepo a Malome Arthur, de este a mamá y de nuevo a Koko. No me importaba no entenderlo.

Quiero escribir. Quiero hablar. Quiero decir a la gente lo que le da miedo oír. Las cosas a las que no quieren enfrentarse. Les hablaré desde las páginas de un libro, en la intimidad de su mente, donde se sientan un poco menos vulnerables, y mucho después de que lo acaben de leer mis lectores y yo estaremos conversando, y ellos sabrán.

«Descubrirás, Ofilwe, que las personas a las que te esfuerzas tanto en parecerte algún día te rechazarán, porque por mucho que finjas serlo, tú no eres de los suyos. Entonces regresarás, pero allí tampoco serás aceptada, porque aquellos a los que en su día rechazaste ya no reconocerán a la persona en la que te habrás convertido. Estarás muy lejos, demasiado para volver. Muy cambiada, demasiado. Atrapada entre dos mundos, serás rechazada por ambos».

Aunque quizá es preferible que las condiciones de este cuchitril nunca mejoren. Tal vez así nunca se me olvide lo que no quiero ser: negra, sucia y pobre. Este barreño puede servirme de incentivo diario para continuar trabajando hacia lo que algún día seré: blanca, rica y feliz.

El tío se había vuelto orgulloso. Había olvidado quién era y de dónde venía y, en consecuencia, los dioses lo habían castigado. Por supuesto, podían perdonarlo si realizaba los rituales correctos, pero todos sabían que el tío ya no creía en ellos. Otros sugirieron en secreto que era culpa de Gogo por no haber realizado las ceremonias de acción de gracias necesarias cuando lo mandaron fuera, o por haberle permitido vivir con los Kinsley, o por haberle dejado ir a la universidad y no alentarlo a trabajar coma los demás.

»Mucha gente piensa que soy extranjera, del Reino Unido o de algún lugar de por allí. Creo que es porque mi acento es perfecto y mis modales, refinados. Sí, siempre he sido diferente. Nunca he podido relacionarme con otros sudafricanos negros. Simplemente nunca hemos sintonizado. De modo que les dejo su espacio y ellos por lo general me dejan el mío. Pero nunca ha sido un problema para mí. Supongo que uno no echa de menos lo que nunca ha conocido, así que me va bien.