Aquí y allá distinguió a los principales contendientes —Bellini, Tedesco, Adeyemi, Tremblay—, sentados bien lejos los unos de los otros, todos ellos sumidos en sus pensamientos, y fue entonces cuando llegó a la alarmante conclusión de que el cónclave no era más que un instrumento imperfecto y arbitrario ideado por el hombre. No se fundamentaba de ninguna manera en la Sagrada Escritura.