Juan Carlos Torres lleva dos o tres vidas distintas.
Para el dueño de casa, por ejemplo, es el simple inquilino, que paga puntual su alquiler y no crea problemas, aunque a veces desaparece unos días y cuando vuelve no dice dónde ha estado. Para el vecindario es un muchacho tranquilo, bastante popular, que acostumbra organizar en su casa “asados” y reuniones a las que asiste gente del barrio y en las que no se habla de política. Para la policía, en la época posterior al levantamiento, es un individuo peligroso y escurridizo, vana e incansablemente buscado...