La ignorancia casi se ha convertido en una virtud, como si se restableciera a un ser primigenio incontaminado e incorrupto; y con el mismo criterio, la incongruencia y el apocamiento mental se interpretan como una «sensibilidad superior», como un esprit de finesse, que nos libera de la mezquindad del esprit de géométrie, de la aridez de la racionalidad.