Roger Ycaza

Al final, lo único que me quedó fue una libreta llena de peces. Cuando me siento con el ánimo seco o paso varias noches sin soñar, vuelvo a repasar nuestras conversaciones codificadas en acuarios

Al final, lo único que me quedó fue una libreta llena de peces. Cuando me siento con el ánimo seco o paso varias noches sin soñar, vuelvo a repasar nuestras conversaciones codificadas en acuarios

Piska, pez.

Laman, mar.

Salu, sal.

Santo, arena.

Bientu, viento.

días de perros negros que no le permitían ni abrir los ojos.

Un día de perros seguido por una noche de monstruos marinos.

vez después de enfrentarte con un monstruo marino no pierdes la voz. Tal vez nada más olvidas que también puedes hablar cuando estás despierta.

—Porque los perros rojos se alimentan del miedo. El miedo no te deja pensar y ellos, más que nada, odian que la gente piense.

El lenguaje de los criollos estaba formado con retazos deshilvanados de portugués, francés, español y papiamento. Parecía venir de un mundo con hielo y continentes el doble de grandes que los nuestros.

En las mañanas, durante el desayuno, entretenía a mis papás contándoles mis aventuras nocturnas. Decían que era un lector de sueños.

Mi tío Alejandro contribuyó a que los sueños huyeran en estampida. Era buena gente, pero decía que la noche era para descansar y no para andar fantaseando.