que no comprenden nuestros autotitulados enemigos, que podríamos ser los mejores, más fieles y leales servidores del Estado que este podría tener si quisiera? ¿Por qué nos obligan a tener que optar entre nuestras creencias y la idea tecnócrata, que en muchísimos casos también compartimos? Esperamos que este estado inamistoso desaparezca, y que nuestro Superior Gobierno por fin comprenda que la Congregación exateísta y la causa tecnócrata no son, ni mucho menos, incompatibles.