En una ocasión, un australiano nos hizo una importante donación. Mientras lo hacía, dijo: “Esto es algo exterior. Ahora quiero dar algo de mí mismo”. Viene con regularidad al albergue de los moribundos para afeitar a los enfermos y conversar con ellos. Este hombre no sólo da su dinero, sino también su tiempo. Podría gastarlo en sí mismo, pero lo que quiere es dar de sí.
A menudo pido donaciones que nada tienen que ver con el dinero. Hay tantas otras cosas que podemos dar. Lo que deseo es la presencia del donante, para que toque a aquellas personas a quienes ayuda, para que les sonría, les preste atención. Todo esto es muy significativo para ellas.
Le insisto a la gente en que se una a nuestro trabajo, para beneficio nuestro y el de todos. Nunca les pido dinero ni cosas materiales. Les pido que traigan su amor, que ofrezcan el sacrificio de sus manos. Cuando estas personas se encuentran con personas necesitadas, su primera reacción es hacer algo. Cuando vienen por segunda vez, ya se sienten comprometidas. Después de algún tiempo, sienten que pertenecen a los pobres y