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Sara Mesa

Mala letra

  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 7 dana
    –Sí, pero en los ojos se le notaba la violencia. Y cualquier mujer tendría miedo de un hombre desnudo, tenga éste la edad que tenga, mientras que al revés lo que sentiría un hombre sería pena o asco.
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 7 dana
    , pero en los ojos se le notaba la violencia. Y cualquier mujer tendría miedo de un hombre desnudo, tenga éste la edad que tenga, mientras que al revés lo que sentiría un hombre sería pena o asco.
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    Quinqui–, la tía acompañada del tío –él apesadumbrado–, cogiéndome otra vez del brazo y mascullando: sabía que estarías aquí, cómo lo buscas, eres como una puta, y ésa fue la primera vez de las muchas que vendrían más tarde que utilizó esa palabra-piedra, «puta», pero no como quien insulta, sino simplemente como quien designa una realidad indiscutible, con frialdad y conciencia.
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    primero que debe aprender una niña a cierta edad –y yo ya había cumplido diez años– es a callarse.
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    extrañeza, extendió los brazos cuando me abalancé hacia su cuerpo. Y en el recibidor mismo, donde yo casi me caía –y ésa era la culpa, ésa, y no el cosquilleo que durante meses había estado sintiendo con tibieza–, le pedí que nos arrodilláramos juntos, le pedí que rezáramos a aquel Dios en quien ella creía, ansié creer en Él y obtener su perdón y su consuelo, y supe que no era yo quien tenía una misión con Braulia, sino más bien al revés, que ella me rescataba a mí de la indiferencia.
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    Todo se quiebra en un instante, o en el espacio de unos pocos minutos, diez o quince minutos, no muchos más, los mismos que tardé en conducir hasta casa de Braulia y llamar a su puerta mientras algo áspero y muy desagradable me subía por la garganta. Y después ella abrió, me miró con
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    una mujer. Su marido había sido el amante de Braulia –usó esa palabra: «amante»–. Habló de los elementos que estaban produciendo confusión: la sensación de celos, de abandono. Habló de consecuencias que no eran responsabilidad de Braulia: dos niños huérfanos, una familia destrozada. Explicó que aquella mujer ya lo había intentado antes, varias veces, por lo que Braulia no formaba parte verdaderamente del núcleo de la historia. De hecho, su estado depresivo era, en parte, lo que había «arrojado a su marido a los brazos de otra mujer» –éstas fueron sus palabras textuales–. Así pues, ¿había un culpable en este caso? Y si lo había, ¿de verdad alguien creía que pudiera ser la dulce Braulia? Señaló hacia la esquina y ella levantó la mirada avergonzada, sin asomo de alivio. Ante los ojos de Dios –y ella era creyente, muy creyente–, era culpable y no había expiación posible por su error. Balbuceando, dijo que cuando pensaba en los huérfanos no podía
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    confesión y la puesta en común de los pecados para lograr cierto grado de alivio o sedación –¡el dogma!–. Así, cada uno contaba la hi
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    día –una noche– una pareja de ancianos murió por mi culpa. Sucedió en la avenida de Los Infantes, a eso de las nueve. Si no conocen Cárdenas, bastará con decirles que es una travesía ancha y bastante transitada, con circulación de dos carriles en cada sentido, lo que hoy viene a llamarse una «arteria de la ciudad». Aun así, el problema aquel día no fue
  • Martha Alicia Bautista Garcíaje citiraoprije 10 dana
    una respiración alterada.
    Expulsé a la pareja de la
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