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Mohamed Mbougar Sarr

La más recóndita memoria de los hombres

  • Adal Cortezje citiraoprije 2 godine
    El azar no es más que un destino que ignoramos, un destino escrito con tinta invisible.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 8 dana
    Unos días antes de Navidad, se suicidó tragándose una cápsula de cianuro. Se cuenta que había empezado a tener unas visiones apocalípticas que ni san Juan. En la última carta que dejó, escribe: La guerra volverá desde Alemania. Es inevitable. Pero esta vez no le daré el gusto de soportarla.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 9 dana
    No lograba escribir Elegía para noche negra; o, más bien, lo que había escrito no me satisfacía. La destrucción me pareció la única posibilidad para aquellos esbozos. Les faltaba algo. Siempre pensé que cada libro que publicaba un escritor no era sino la suma de los que había destruido antes de llegar a él, o el resultado de todos los que había evitado escribir.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 14 dana
    Como me negaba a prolongar el baile en las habitaciones del Vautrin, muy pronto me convertí en una de las más deseadas. Lucien y Andrée no obligaban a nadie. No quería decir no. Pero un no, en el Vautrin, solo tenía validez para una noche; a la siguiente, todas las posibilidades se reabrían. Se volvía a jugar. Se volvía a intentar. Se apostaba por la obra del tiempo, por el lento resquebrajamiento del muro de los principios. Se contaba con la reversibilidad del alma humana, con su ansia, con su debilidad, con su codicia.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 14 dana
    Luego, mucho después, comprendí: tener una herida no implica que debamos escribirla. Ni siquiera significa que queramos escribirla. Por no hablar de si podemos. ¿El tiempo es asesino? Sí. Nos revienta la ilusión de que nuestras heridas son únicas. No lo son. Ninguna herida es única. Nada humano es único. Todo se vuelve espantosamente común con el tiempo. He aquí el impasse; pero es en este impasse donde la literatura tiene oportunidad de nacer.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 14 dana
    Aquellas horas de escritura o de lectura tras el baile siguen siendo mi auténtico consuelo de aquella época. Eran las únicas horas que no me parecían completamente perdidas.

    Por aquel entonces estudiaba filosofía en Nanterre, hacía striptease en el Vautrin, escribía a mi poeta haitiana y estaba henchida de mi primer libro, cuyo parto, lo notaba, requeriría abrirme el vientre a hachazos. Pero también leía. Leía sin parar El laberinto de lo inhumano y pensaba en Elimane, mi único faro en aquel océano de vida de mierda.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 14 dana
    Algunas chicas, para ganar más, quedaban a veces con clientes en la segunda planta, en los camerinos del Vautrin. Yo no. Después de las sesiones, en plena noche, prefería volverme a casa a pie. A veces pasaba a ver a Hafez, poeta como su ilustre homónimo persa, pero poeta sin obra, o cuya obra no tenía libro..., y camello. Charlábamos un poco. Me recordaba su filosofía de la existencia, que se podía resumir así: la realidad no tiene contrario, todo lo que sucede en la experiencia humana es realidad. Nunca estuve segura de entenderlo. Él sonreía sin explicarse y me daba su droga. Yo volvía, fumaba, escribía. Escribía a la poeta haitiana y trataba de escribir también Elegía para noche negra.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 14 dana
    Yo tenía tetas y no me daba reparo enseñarlas ni ver lo que provocaban: admiración, celos, fascinación, envidia, deseo, miedo, repulsión. Me preguntaban si eran naturales. Si no estaba desnuda, me desabotonaba la pechera, deslizaba los tirantes del sostén por los hombros y se las plantaba delante de las narices al curioso o la curiosa sin dejar de mirarlos a los ojos. Luego les daba un silencio de tres palabras: «Dímelo tú mismo» o «Compruébalo tú mismo».

    Yo era la única Negra de las diez bailarinas del Vautrin. Denise tenía la tez más clara. Así que no la consideraban realmente africana. Por lo menos no todo el tiempo. Ella se sentía, según comentaba, como perdida entre dos colores, oscilando a un lado o a otro del despiadado revelador de la epidermis, esa línea que no tenía nada de imaginario y que distinguía, según los días y las apuestas, entre infierno y paraíso, belleza y basura, noche y día, mentira y verdad.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 17 dana
    –¿Coincidencias? ¿Azar? Señorita, el azar no es más que un destino que ignoramos, un destino escrito con tinta invisible.
  • Rafael Ramosje citiraoprije 17 dana
    Os quiero, amigos míos, os quiero. Se cierne sobre nosotros otro Laberinto, más inhumano. Las fauces que se abren y se cierran en su centro engullen todas las frases del libro. El libro ignora que se traga su veneno. El libro esencial solo lo es porque mata. Quien quiere matarlo, muere. Quien lo acompaña hasta la muerte, vive.
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