Desayuno en Júpiter

Nunca hemos sido tan perfectas la una para la otra como aquella tarde.

sin pedirlo, somos soldados que ponen en peligro su vida por el acto revolucionario de amar.

con el tiempo, descubrieron que tenían una última cosa en común, la más preciada: el modo en el que ambos amaban estaba prohibido.

Me gustan los hombres. Me gustan sus manos morenas, y me gusta la fuerza de sus mandíbulas, y esas sonrisas de medio lado y las barbas de tres días y los abdominales lo suficientemente marcados.

Si seguimos luchando, día a día, es porque siguen matándonos.

Todas nacemos brujas. Todas nacemos con magia. Nos la roban al crecer.»

somos soldados que ponen en peligro su vida por el acto revolucionario de amar. Si seguimos luchando, día a día, es porque siguen matándonos.

No quería escribirla, pero sabía que era necesario. Te lo debo, y si algo he aprendido de ti después de todo es que no hay nada más liberador que dejar de ser egoísta.

Ahí está otra vez ese sentimiento patético y lacerante que tan poco me gusta. Es una especie de culpa sucia cuando hablo con una chica heterosexual. Como si yo fuese tan mala como todos esos chicos que desconocen el significado de la palabra no.

somos soldados que ponen en peligro su vida por el acto revolucionario de amar.