Lo oí responder a un periodista en un programa de radio que le preguntó si la violencia que había sufrido de niño había dejado alguna huella en su vida. Por supuesto, dijo, con voz suave pero un poco sorprendido de que se le pudiera hacer semejante pregunta, como si no fuera obvio, y contó que, por ejemplo, durante años no pudo correr. El sonido de su respiración cuando corría o se esforzaba le recordaba al ruido que hacía su abuelo cuando estaba encima de él, y se desmayaba. El recuerdo era tan insoportable que se le desconectaba el cerebro.