Se cansó Zeus de insuflar el hálito vital a todos los seres que pueblan la tierra y, por tomarse un descanso, confió a Prometeo, hijo del titán Jápeto y la oceánida Clímene, la tarea de distribuir entre ellos las diversas cualidades. Zeus le entregó un pesado saco que contenía todo los que los seres creados pudieran necesitar para sobrevivir y le dijo:
—Eres sabio y prudente, por eso te confío esta misión tan importante. De ti dependerá el equilibrio de la vida sobre la tierra.
Zeus se acostó, agotado, Prometeo cargó con el saco y bajó a la tierra.