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Clara Janés

María Zambrano. Desde la sombra llameante

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    Llegar a semejante estado me pareció, desde niña, la meta óptima. Por esta causa, a veces, me levantaba cuando aún era de noche y salía al jardín a ver los astros y la oscuridad, mientras los demás dormían. Por esta causa fue precoz mi experiencia del alba y, más adelante, sentí el alba como resurrección o amor.
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    Ese astro, rumor para María, cruzado por el tiempo, es decir, orientado a la muerte, lleva a Diótima a sentirse sumida en la oscuridad y a considerar la vida como un mar. Se diría que la envuelven velos diversos, como a la Voluntad Suprema hindú, antes de que se originara la vibración primera que lanzó a Shiva a la danza cósmica. Diótima oye entonces la canción del agua e inicia el canto y la música se adueña de ella y es penetrante como la herida. En su soledad, una noche, una única noche, la sacerdotisa siente que alguien ama a su alma errante, y el que la ama, el amante, la conduce «hasta el borde mismo del alba»303 y, entonces, la envuelve un olor a violetas.
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    Ir hacia lo desconocido era lo natural en María y, como consecuencia, avanzaba por un camino indescifrable. En esa senda oscura, halló pronto el enigma de la ebriedad y entendió que, desde el fluctuar, se puede emprender el vuelo. Por ello no se apartaba de la poesía y enraizó su pensamiento en la «razón poética».
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    María hablaba y me envolvía en su voz como en un círculo mágico, y yo dejé fluir la mía relatándole mi experiencia: cada día me despertaba la luz de la estrella de la mañana. Subyacía en nuestras palabras un enigma compartido: la fuerza del cosmos nos conducía sin más al interior del verso de San Juan de la Cruz: «en par de los levantes de la aurora», de modo que vivíamos el alba como resurrección e intuíamos que las palabras del místico islámico Hal.laj: «El alba del Amado se ha levantado en plena noche, resplandece y ya no tendrá poniente»284 se encarnaban en la naturaleza. El cuerpo de ese Amado era acaso, precisamente, la luz –que Sohrawardi definió como lo único visible por sí mismo– o aquel rumor, el rumor de la vida que nace.
  • Ana Saenzje citiralaprije 6 mjeseci
    «Ellos, los mundos creados, nacieron de la luz y del sonido»283, leemos en De la Aurora . Con esta frase resume María Zambrano las tradiciones más remotas, desde el bíblico «hágase la luz» hasta el cuerpo de soplo creador de los indios Wyoming o el aliento primordial de los hindúes, vibración de la que surge el «deseo de ser», gracias al cual Shiva, la realidad absoluta, se expande e inicia la danza cósmica, con el tambor de la protopalabra en una de sus manos y en otra el fuego destructor. En ese incesante morir-nacer que es la vida, luz y sonido siguen en perpetua génesis, poiesis, poesía...
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