A Naima le gusta aprovechar que se llevan muchos años para proponer las preguntas que solo suenan naturales en boca de los niños, preguntas que abandonan ese revestimiento inocente en cuanto vienen de un adulto. Esa, piensa, es una de las ventajas de la edad indefinida en la que se encuentra: ya no una chica, todavía no del todo una mujer.