La meditación y el arte de la jardinería

Hay algo mágico en la germinación, y no logro entender cómo es posible que haya gente incapaz de alegrarse de dar la bienvenida a una vida nueva. Siento que una oleada de ternura me invade cada vez que veo esas pequeñas motas verdes en la superficie del compost; y me hago entonces la promesa silenciosa de guiar a esos jóvenes plantones hasta la madurez, como si fueran mis propios hijos. No es de extrañar que a los viveros se les llame también «criaderos».

De lo contrario, ¿cómo podría una bellota convertirse en roble, un renacuajo en rana, la semilla en la flor o el embrión en un niño, de no ser por la transitoriedad?

Mucho mejor sería aceptar la lenta transformación de las estaciones como el milagro que en verdad es, ya que nos enseñan que la única constante es el cambio, y que sin esta transitoriedad no sería posible la riqueza de la vida

Así que escucha a tus plantas y no trates de sacar conclusiones precipitadas. ¡Son más listas de lo que tú crees

buscar la manera de ser útiles para nuestras especies parientes; y mejorar de forma activa la calidad de su existencia, con la sabiduría del interser y el amor como herramientas

La palabra «sangha» suele traducirse como «comunidad»

el jardín es una comunidad, constituido como está por innumerables seres de distintas formas y consciencias.

Hay una enseñanza en la tradición budista que nos dice que todos y cada uno de los átomos del universo, en un momento u otro, han sido nuestra madre. Y que nosotros hemos sido también la madre de todos ellos

Comprender tan solo una pequeña parte de esta enseñanza supone una gran diferencia en el modo en que nos movemos por el mundo; viendo lo que vemos y oyendo lo que oímos. Nos cambia el tacto y la manera de tocar, el conocimiento y la manera de conocer

Todos los átomos nos han traído al mundo, nos han dado la vida. Todos los átomos nos han alimentado, y nosotros hemos hecho lo mismo por todos y cada uno de los átomos, en este instante continuo interminable que llamamos vida