Habitantes insomnes del espacio, los objetos también ejercen su peso sobre el mundo, se resisten a desaparecer. Yo me niego a deshacerme de ellos, incluso los que están al borde de la destrucción, pues hacerlo implicaría también borrar a la persona que era entonces, cuando los objetos existían plenamente. Son lo único que me queda de quien fui y yo, mi cuerpo, como todo buen objeto, quiere siempre y ante todo eso: permanecer.