De mujeres y de tragedias

las mujeres siempre estamos deseando a otro, al que no se puede. Es una ley que me explicó de muy pequeñita mi mamá.

Ya no quiero que ninguno me diga por mi nombre verdadero. Ese nomás mi madre y yo. La pobrecita que está en el cielo, entre las estrellitas de la noche

eso de extrañar a la madre es una cosa pegajosa, que duele en todas las articulaciones del cuerpo

Las cartas no sirven, querido.

Conocerse el corazón es lo único que sirve. ¡Ay, querido!

A todas las mujeres les gusta estar enamoradas. Es como vivir siempre en primavera…

(Ríe)

… a menos que tenga usted alergia

Quiero que su pajarito, el Piccolino, me diga la suerte.

Ya vio que el adivino no puede decirse la suerte a sí mismo…

Pero, al menos, ahora que él se fue, quiero me haga la caridad, que todos en la familia me hagan la caridad y me digan por mi nombre, el que tengo de cuando vivía en la Grecia.

Hasta para la que está allá arriba (señala el cielorraso) y lo comanda todo, la fémina que no cocina no es del todo fémina.

Yo digo que las mujeres crían mucho la soledad, la empollan como un huevo. Y los hombres tienen un hambre tremenda, un hambre que no se acaba nunca. Y así es lógico que una termine poniendo un hijo en un gallinero.

A mí no me dejaron estar. Por lo mismo de siempre, que donde estoy hay un destrozo y que el destrozo lo hago yo