Bueno, las Llanuras formaban parte del Reino Embrujado. Y sí, supongo que se puede decir que están malditas —Ansel lanzó un sonoro suspiro—. Cuando las reinas Crochan gobernaban el reino, hace quinientos años, era un lugar muy hermoso. Al menos, las ruinas de por allí así lo sugieren. Pero los tres clanes Dientes de Hierro lo destruyeron todo cuando derrocaron a la dinastía Crochan.
—¿Dientes de Hierro?
Ansel soltó un bufido.
—Algunas brujas, como las Crochan, poseían el don de la belleza eterna. Las Dientes de Hierro, en cambio, tienen unas dentaduras horribles, agudas como clavos. En realidad, lo más peligroso son sus uñas. También son de hierro y son capaces de destriparte de un manotazo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Celaena.
—Pero dicen que cuando los clanes Dientes de Hierro destruyeron el reino, la última reina Crochan lanzó un conjuro que volvió a la tierra contra cualquiera que obedeciese las consignas de las otras, de tal modo que las cosechas se estropearían, los animales enfermarían y morirían y las aguas se secarían. Hoy día ya no es así. La tierra vuelve a ser fértil desde que las Dientes de Hierro se desplazaron al este… hacia tus tierras.