¿Qué es, quién es el charnego? Jordi Pujol llegó a decir que era un hombre “poco hecho”, ignorante, alguien que «si por la fuerza del número” llegase a dominar, sin duda destruiría Cataluña. Declaraciones que hoy parecen imposibles, predicciones apocalípticas que se han quedado en cuentos de terror. Cataluña es charnega. El 70 por ciento de sus habitantes (o sus progenitores) proceden de otras comunidades. Sus 25 apellidos más comunes no son Grimau, ni Puigvert, ni Rocamora, sino García, Martínez y López. Charnego es una palabra tan fronteriza como solo ella puede serlo. Surge del tránsito y es sinónimo de desarraigo, de dolor u olvido, pero también de adaptación, de recuerdo o de libertad. Los hay que reniegan del término, otros sienten que no les define, y muchos le han dado la vuelta, haciendo de él seña de identidad, mezcla fructífera y orgullo de clase. Porque el charnego de hoy no es el mismo que el de ayer ni del que será mañana. Ni siquiera está claro que exista un mañana para el charnego. Mientras su imaginario se encuentra a medio camino entre la reapropiación y la desaparición, la clase política se disputa su simpatía en un mundo donde la identidad adquiere cada vez más importancia. Ni mástil del independentismo ni viva imagen de la bandera española, esta comunidad no es uniforme ni parece fácil de controlar. Diez años después de su llegada a Cataluña, Javier López Menacho nos propone una inmersión en el charneguismo con un emocionante relato que mezcla la memoria y el ensayo. Un homenaje a los que vinieron entonces, a los que llegan hoy y a los que vendrán mañana.