Con frecuencia nos preguntamos: «Ahora que ya soy salvo, ¿por qué a menudo pierdo los estribos y me encolerizo? ¿Por qué sigo siendo tan orgulloso? ¿Por qué mis pensamientos siguen siendo tan sucios?». Anhelas resultar victorioso, pero cuando miras dentro de ti mismo, no logras hallar paciencia, humildad, santidad y otras virtudes. Por el contrario, encuentras toda clase de pecados, tales como lujuria, mal genio, vanidad, orgullo y muchos más. ¿Por qué? Porque olvidas que Dios te salva por medio de Cristo, no de tu propio ser. La paciencia está en Cristo, la humildad está en Cristo, la santidad está en Cristo.