Quiroga lector de Poe. Un moribundo yace al pie de un árbol. Es lo que sucede en su cuento “Las moscas”. Como en muchos de sus cuentos (salvo “La gallina degollada” o “El almohadón de plumas”, en que el exceso le permite escapar de la moral de fábula) la moraleja también está presente. El zumbido de las moscas alrededor del moribundo es presagio de muerte. El zumbido aumenta junto con el velo denso que cubre sus ojos. El moribundo alucina que en el hospital donde está internado, a los médicos les ofrecen un método para comprobar si ha llegado el final: una jaulita con moscas. El método es infalible: “Las moscas verdes olfatean la descomposición de la carne mucho antes de producirse la defunción del sujeto”. Vuelan alrededor del paciente porque han olido su muerte. El humor macabro, la metáfora bizarra, hacen de la jaulita un pequeño ataúd. El que la ofrece en el hospital es una especie de visitador médico.
Un nuevo libro de ensayos de Luis Gusmán conoce la luz. Su obsesión es la relación entre la mosca y la literatura. La mosca en la literatura. La literatura como una mosca que nos rodea. La mosca está en todas partes, ese insecto una vez notado, ya no puede pasar desapercibido, no puede ser olvidado. El libro se comporta igual. Es imposible atravesar este libro y no ver afectadas las lecturas futuras. Notar en cada lectura la mosca presente. En papel, este libro fue encuadernado artesanalmente por Barba de Abejas, en tapa dura y entelada. El grabado de una mosca, ilustrada por Noemí Spadaro, decora el margen inferior izquierdo. Los interiores entrelazan la prosa de Gusmán y las ilustraciones de Noemí. La tirada es de 100 ejemplares. Hay libros que solo necesitan 100 lectores, 100 potentes lectores.