Eso es lo que se conoce como la Ley del Control, y quienes la cumplen son proactivos, aceptan la responsabilidad personal de cada situación (buena o mala), se gobiernan internamente, y no entran en el juego de la culpa, buscando víctimas o victimarios. En otras palabras, sus decisiones son propias, basadas en sus creencias y valores fundamentales, sin necesidad de perder energía preciosa en la tarea de culparse o culpar a otros por lo que salió bien o lo que salió mal, y ocupándose de cambiar lo que no está bien o lo que no les gusta. Quienes se rigen por la Ley del Control, además, creen en sí mismos y asumen retos y responsabilidades, sin dar explicaciones ni esperar aprobaciones.